3 abr 2010

1 abr 2010

La ciudad del abismo

1

“Soy un jinete que monta sueños. Los cabalgo con precaución por que conozco el suelo. He caído y me he levantado y si esa es mi suerte, y tu decisión, caeré si tengo que caer. Pero no creas que me detendré.
No puedo dejar de cabalgar, por que jinete soy.
Y si mi caballo muere me revolcare en el suelo del dolor. Pero no creas, una vez más, que me detendré. Te buscare, te encontrare. Atravesando los muros de la ciudad del abismo”.

2

La cuidad del abismo es la ciudad donde vivimos todos. Fue creada por nuestros antepasados y nosotros mantenemos sus cimientos reproduciéndola; creyendo en ella, solo en ella. Diciendo: “es esta la ciudad, ella es la única posible, en ella naciste y en ella morirás”. A la ciudad hay quienes la llaman realidad. Pero este último término solo designa de forma capciosa lo que no es designable.
La ciudad es verdaderamente abismal. Los guardianes nos imponen limites rígidos y nos señalan que “hasta ahí puedes llegar, no te atrevas a cruzar las fronteras” y luego, austeros y amenazantes, agregan “todo aquel que a intentado atravesarla a sido carcomido por las pirañas de la locura o teñido por el gris de la desesperanza”

3

Montemos el mismo sueño. Atravesemos la ciudad. Tenemos aliados, los enemigos del abismo.

4
La crisálida y el jinete.
Derecho a la metamorfosis…

Tras recorrer la zona más gris de la ciudad el jinete se detuvo junto al camino, a uno de sus caminos. Vació hasta la última gota su cantimplora, algo cansado estaba, y se apoyo en un viejo, curtido y retorcido árbol. Se sumió en un ensueño en el que una crisálida le hablaba y le decía:
C: ¿Cuál es la razón por la que recorres la ciudad muchacho? Por que te he visto ir de aquí para allá, sin detenerte.
J: Busco ir mas allá de las fronteras. Esa es mi tarea.
C: Pero no puedes. Nada hay tras ellas.
¿De que te ríes?
J: Nada, nada. Lo que ocurre es que aun tú eres una crisálida. Cuando dejes de ser lo que eres y te trasformes en lo que serás me entenderás.
C: Eres soberbio y tampoco me gustan los enigmas, así que, y si quieres, cambia y explícate.
J: Lo haré. Todo empezó el día en el que jugaba con mi propia sombra. Yo hacia gestos, movimientos y ella los reproducía. Es una buena imitadora y una amiga fiel.
Habíamos corrido hasta el borde de la ciudad…
C: ¡Pero eso es peligroso!
J: Lo es, pero igual lo hicimos.
C: ¿Para que?
J: Mi abuelo me había contado que el muro que separa a la ciudad del abismo había sido perforado por un pájaro. Si descubría esa grieta y miraba a través de ella mi vida cambiaria y ya no seria la misma.
C: Tu abuelo te ha mentido.
J: No.
C: ¿Has visto la grieta entonces?
J: Si.
C: ¿Y que ha ocurrido?
J: He descubierto algo que sin duda me ah cambiado mas de lo creído y lo permitido. He descubierto que quienes gobiernan la ciudad nos mienten. Hay un mundo tras las fronteras y no eso que todos nombran y nadie entiende: el abismo.
C: Estas loco. Los reyes no mienten y el abismo es tan real como el árbol en el que duermes
J: ¿Dormido?
C: Si; y no sigas con esa tarea. Es peligrosa y estéril. También he conocido a otro joven que lo mismo ha intentado. Fue detenido, atado y amordazado.
Imaginar no nos esta permitido, menos aun intentar vivir lo imaginado. Eso es un doble crimen. Y tú sabes cual es el castigo.
J: Si…
C: ¿Entonces?
J: No me detendré. Podrás decirme lo que quieras, o lo que estas obligada a decir. Me señalaras los peligros, me dictaras, al pie de la letra, lo no permitido, pero no me detendré. Ahora, y por fin, mi vida ha cobrado sentido.
C: Eres ciego muchacho y además estas dormido. Te lo digo una vez mas y por ultima vez. No sigas con lo mismo.
J: Cruzaré la frontera, tras ella alguien me espera. En esta ciudad no soy feliz. Me da lo mismo morir que seguir viviendo aquí.
C: ¡Has lo que quieras!

El jinete tras unos minutos de sopor, se levanto, se acerco y monto su caballo. Una mariposa lo contemplaba…pero no había más tiempo que perder, ardua tarea era la que le quedaba por emprender.

5

El camino empedrado hacia que las herraduras del caballo repiqueteen de forma violenta. Al rítmico sonido producido en el impacto entre la pata y la piedra se le sumaban pequeños destellos, chispazos de luz.
Desde la distancia uno podía oír y ver el andar del animal, pero no al animal, ni a su jinete. Era tarde, el crepúsculo, ese puente entre el día y la noche, había quedado atrás. Como un manto la noche lo cubría todo y el día, sumiso, se dejaba cubrir. La noche es la sabana que seduce y envuelve al día cuando este se va a dormir. Lo abraza y lo contiene en su seno, lo devuelve a su matriz, hasta que este, por su fuerza, desgarra el útero que lo protege, calcina las sabanas en las que duerme y la noche vuelve a morir. La noche muere cuando el día nace, el día duerme cuando la noche todo lo invade.
El cabalgar, con su repiquetear, producía fisuras en el silencio; con sus destellos orificios en el manto de la noche. Pero, además, tronaba. Como clarinetes del infierno la irrupción de la tormenta los truenos anunciaban. Metáfora de la inminencia de la muerte, eso es la tormenta cuando no hay lugar donde escapar.
El jinete, sobre su caballo, en plena noche y bajo la tormenta, un fin preciso perseguía. Se abría paso, como un guerrero, en un duelo entre el y el tiempo. Este lo devoraba, pero, y aun, no lo detenía. Por el contrario el andar se aceleraba, menos tiempo quedaba. Y la lluvia, fría y cruel, lo bendecía. Incontables gotas de agua por su rostro se deslizaban, descendían por su cuello y en su cuerpo se perdían. Temblaba. Escalofríos lo sacudían.
“Me siento un barco pequeño en plena tempestad. El oleaje juega conmigo, me lleva de aquí a allá. Soy el peón del niño azar, solamente que las casillas se han borrado, no hay cuadricula bicolor que ordene nada. Me pierdo en el ondular caótico del tiempo, desciendo y asciendo, tiemblo. Pero me mantengo vivo por que dos ojos de fuego me llaman”

De niños y ombligos

¿Sigo teniendo flores en el ombligo? ¿O un cuervo se las robo?
es que en realidad no me interesa,
con flores o no, sigo siendo un niño.
Es que como vez puedo seguir meciéndome/me-siento
(bien) en un sueño, con ojos risueños, ciegos o no.
La mariposa me dice te quiero
por que es primavera,
y yo me siento mecido
en un cuento.
Es como ocurre con las manos
y los libros, y los discos, y las puertas
se abren y se cierra, pero no olvidamos
su encanto
el encanto de la fuga
en el río de las letras,
en el río del canto
en la brisa de lo que se hace trizas (las puertas)

Me gusta el viento, los ríos y tu aliento.
y si yace rocío de tus labios, bebo
con mi lengua
melena
de niño ciego, risueño.
Por que soy un niño
que huele las flores, cuando lo acecha un cuervo.
tan viejo como las flores,
tan viejo como el viento.